« Eliminemos las imágenes, salvemos el deseo inmediato sin mediación ». Ese fue el grito de los anarquismos, los marginalismos e individualismos que defendió el gran semiólogo Roland Barthes en su célebre libro La cámara lúcida. Las obras de Paolo Titolo son registros que van más allá de ese barroquismo que genera la transexualidad. El ver tiene la sensibilidad de llegar a una mirada pensante que envuelve los contextos. No falsea la realidad porque la realidad no es veri cable, subsiste en los intersticios del entendimiento.
Las poses de sus modelos huyen de ellos mismos, como sobreexposición de lo individual, como rastros de vida de una identidad construida en la más absoluta creatividad. Titolo sabe hilvanar bien los planos fotográficos para no distraer al espectador. No le interesa descomponer la imagen, pre ere que lo sorprenda. Su cámara no asume un distanciamiento brechtiano. Es como si dejara la evidencia de secuencias performáticas interminables. Hay algo que nos hace saltar por encima de una imagen que ya se trascendió a sí misma, porque supo tatuar en pixeles la piel de sus retratados.
Este artista no aísla las experiencias. Su formación original como foto-reportero hace que seamos capaces de leer los sucesos que se nos van mostrando. No necesita crear una paleta de colores en el Photoshop©. El material com- positivo más importante que usa son las emociones, dadas a través de la diversidad de las psicologías personales, donde el placer, el dolor, las alegrías, las esperanzas y las incertidumbres se muestran en disímiles formas. De estos contrastes emerge el deseo en su acepción más amplia que es asumir el riesgo de sus vidas. Ellos respiran en su propio hábitat, los objetos con los que conviven son documentos, pistas, prótesis, revelados en las fotografías para llegar al mundo más intimo de estos transexuales. Sus casas y la visualidad que los rodea pueden funcionar con esa libertad politeísta que tiene la instalación en el arte actual. Paolo Titolo no aprisiona la cámara, controla de manera magistral sus encuadres pero es consciente que esa cuarta pared debe ser derribada.
El resultado de este proceso creativo es parte de una memoria personal por haber vivido de cerca la labor trascendental que ha hecho Mariela Castro al frente del CENESEX durante muchos años. Un proyecto como este, se abre a las intermediaciones cuando entra en las encrucijadas de la psicología social y la sociología. De esos vínculos ha quedado como resultado una exposición donde es posible respirar la locura del éxtasis fotográfico.
Jorge Fernández Torres